Muy al fondo de ese otro,
de ojos siempre húmedos.
Ni la arena,
ni las olas de otros mundos,
podrán secar estas heridas
que brotan de esa tierra
donde viven las hormigas.
Allá van nuestros besos,
rumbo a las estrellas,
a la nada.
Supieron esquivar la luna
y morirán sin sol.
No supe ser,
tú no quisiste ver.
Respirar, morir
y nacer de nuevo,
no quitan que no pude,
y que tú,
no viste.
Aquello que nunca tuve,
ahora me atraganta,
un trozo de tu bufanda
escondido en el bolsillo
de aquel pantalón
que nunca te gustó.
Ya no quedan lágrimas,
ni risas breves,
ni tampoco mariposas,
solo cuervos negros abatidos en el suelo,
envueltos en papel,
descompuestos por el tiempo,
sin haber nacido,
sin haber sido.
De tanto cuidado,
perdí la llave.
Perdí la llave.
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